Efesios 1:7-10

7 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, 8 que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, 9 dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, 10 de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.

A veces, siento que mi hijo Josiah tiene ventaja sobre mí en los juegos de mesa. ¿La razón? Él conoce cada regla de arriba abajo, y saberlas hace que ganar sea mucho más fácil. Esto me hizo pensar en cómo Dios nos ha dado "reglas del universo" en Su Palabra. Estas "reglas" nos ayudan a entender el misterio de Su voluntad y cómo vivir de acuerdo con Su plan.

 

1. ¿Cuál es el "Misterio de Su Voluntad"?

El "misterio de Su voluntad" no es un secreto oculto, como afirman algunos. En el contexto bíblico, un "misterio" es una verdad revelada por Dios. Efesios 1:9-10 nos dice que Dios ha revelado Su plan de salvación y reconciliación a través de Jesucristo, y esta revelación es accesible para todos. No es algo reservado para unos pocos “iniciados”, sino una verdad abierta a todos los que aceptan a Cristo por fe. ¡Qué regalo tan increíble!

 

2. Cuidado con los Maestros Falsos

Incluso en tiempos de Pablo, había personas (conocidas como gnósticos) que enseñaban que el conocimiento secreto era la clave de la salvación. Estas personas distorsionaban las Escrituras y aún hoy encontramos personas que hacen lo mismo, afirmando que tienen “misterios” o revelaciones especiales. La Biblia nos advierte sobre estas enseñanzas falsas. En 2 Timoteo 3:1-5, Pablo aconseja discernir y examinar si la vida de alguien refleja el amor y la verdad de Dios.

 

3. La Voluntad de Dios es Reconciliarnos y Unirnos en Cristo

Otra parte del "misterio de Su voluntad" es la unidad que Dios quiere para todos nosotros en Cristo. Efesios 2:14-16 describe cómo Dios desea unir a todas las naciones, culturas y lenguas. No importa nuestra cultura, color de piel o idioma, ¡somos uno en Cristo! La voluntad de Dios es que nos amemos y sirvamos unos a otros, y así demos testimonio de Su amor.

 

4. Viviendo Según el Misterio de Su Voluntad

Dios quiere que compartamos Su amor y verdad con los demás. Al hacerlo, estamos viviendo en Su voluntad y cumpliendo Su propósito. No estamos llamados a vivir con temor o a retroceder, sino a avanzar con amor, compartiendo el mensaje de reconciliación con los demás. Como iglesia, estamos unidos en esta misión.

Todos los días tenemos la oportunidad de ir como misioneros al mundo. ¡Y me emociona ver cómo Dios se moverá en nuestro servicio! Queremos servir con amor, mostrando la realidad de Cristo en cada interacción. ¡Que nuestro servicio sea como un canto de alabanza al Rey de reyes y Señor de señores! (Apocalipsis 7:9-10).

 

Reflexión Final

¿Estás reconciliado y unido con tu familia y con la familia de Dios? ¿Estás compartiendo el plan de salvación con la gente a tu alrededor?  Conocer el misterio de la voluntad de Dios no es complicado. Él quiere que vivas en Su amor, que te reúnas como una familia en Cristo, y que compartas Su mensaje. Avanza en esta misión y experimentarás la plenitud de Su gracia.

 


Palabras Clave

Amor de Dios, misión de la iglesia, servicio cristiano, compartir el amor de Cristo, unidad en Cristo, plan de Dios para la humanidad, enseñanza falsa, plan de salvación, iglesia unida, misterio de la voluntad de Dios

Efesios 1:3-7

3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, 4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, 6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, 7 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia,

La gracia de Dios es uno de esos conceptos que escuchamos mucho, pero a veces cuesta entender realmente lo que significa. En el día a día, solemos pensar en ella como un favor inmerecido. Es cierto, pero es mucho más que eso. La gracia gloriosa de Dios es un regalo que nos conecta con Él de una manera única y profunda, algo que no podríamos haber logrado por nosotros mismos.

En Efesios 1:3-7, encontramos una verdad poderosa: "La gracia gloriosa de Dios nos hizo aceptos en el Amado". Es decir, Dios nos ha dado un favor inmerecido a través de Jesús, Su Hijo amado. Y este favor no es solo un toque de bondad, es la promesa de Dios de hacer por nosotros lo que nunca podríamos hacer: perdonarnos, darnos una nueva vida y permitirnos estar en Su presencia. Nada podemos hacer para ganarlo; solo lo recibimos por fe.

 

Un Vistazo al Antiguo Testamento: Promesas que Se Cumplen

Si retrocedemos un poco en la Biblia, en el Antiguo Testamento, vemos cómo Dios hizo una promesa a Abraham. En Génesis 15:3-6, Dios le prometió un hijo, Isaac, cuando Abraham ya estaba en la vejez. ¡Y lo cumplió! Sara se rió de alegría al ver la fidelidad de Dios (Génesis 21:6). Estas promesas de Dios siempre traen alegría, pero también pruebas. En Génesis 22:1-2, Dios prueba a Abraham pidiéndole que sacrifique a su hijo amado. Imagina la sorpresa de Abraham y la tensión de esa prueba. A veces, las promesas de Dios vienen con dificultades, pero la clave está en cómo respondemos.

 

Abraham: Un Ejemplo de Fe Inquebrantable

Cuando las pruebas aparecen, es fácil pensar que nos hemos equivocado y que Dios ya no nos está guiando. Pero Abraham, el "padre de nuestra fe", no abandonó la esperanza. En Romanos 4:18-22, vemos cómo él se fortaleció en su fe, confiando no en las circunstancias, sino en el poder de Dios. Abraham no miró las dificultades, sino que se centró en la promesa y el poder de un Dios Todopoderoso.

Al igual que Abraham, nosotros podemos enfrentar pruebas y dificultades, pero debemos tener fe en el Dios que cumple sus promesas. En Génesis 22:6-8, vemos cómo Isaac, cargando la madera para su sacrificio, es un símbolo de Jesús llevando Su cruz. Pero lo que llevaba Abraham no era solo un sacrificio: llevaba fuego y cuchillo, que simbolizan lo que el Espíritu Santo quiere hacer en nuestros corazones. Necesitamos ese fuego para purificar nuestras vidas y el cuchillo para cortar todo lo que nos impide seguir a Dios con un corazón sincero.

 

La Gracia de Dios en la Cruz

Finalmente, en Efesios 1:6-7, nos recuerda que, como Abraham no rehusó a su hijo amado, Dios tampoco rehusó a Su Hijo Jesús. En Su sacrificio, encontramos nuestra redención y el perdón de nuestros pecados. La gracia gloriosa de Dios es la obra de Jesús en la cruz, que nos ofrece salvación y vida eterna.

La verdadera gracia de Dios nos transforma y nos da una nueva vida. Efesios 2:1 nos recuerda que, aunque estábamos muertos en nuestros pecados, en Cristo recibimos una vida nueva. ¿Qué estás haciendo tú con esa nueva vida? ¿Cómo la estás viviendo para la gloria de Dios?


Palabras clave utilizadas: gracia de Dios, salvación, fe, promesas de Dios, perdón de pecados, vida nueva, Espíritu Santo, sacrificio de Jesús, redención, vida eterna.

Somos una iglesia latina para toda la familia y con mensajes bilingües.

Efesios 1:3-5

3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, 4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad

“Conócete a ti mismo” – esta famosa frase de Sócrates invita a una pregunta profunda: ¿Quién soy realmente? Curiosamente, cuando alguien se la hace a un grupo, pocos se atreven a responder. ¿Por qué es tan difícil? La razón es que muchas veces pensamos que nuestra identidad está en nuestra personalidad: emociones, actitudes, y opiniones que cambian todo el tiempo. Un día podemos estar llenos de alegría, y al siguiente desanimados. ¿Cómo podríamos basar algo tan importante como nuestra identidad en algo tan inestable?

 
Nuestra identidad en Dios

Efesios 1:3-5 nos da una perspectiva diferente: nuestra identidad está en nuestra relación con Dios. Cuando aceptamos a Cristo, somos adoptados como hijos de Dios. Esta identidad no depende de nuestros días buenos o malos, ni de cómo nos sentimos. En cualquier momento, somos hijos de Dios, con una identidad firme y estable.

Así como un niño pequeño aprende a confiar y depender de sus padres, nosotros también aprendemos a confiar en nuestro Padre Celestial. Él nos llama a tener una esperanza viva, a encontrar en Él una base para responder a la pregunta “¿Quién soy yo?”. Somos hijos de Dios, con una esperanza que nace de nuestra fe.

 

Predestinados en amor

¿Por qué Dios nos llama Sus hijos? En Efesios 1:4-5 nos dice que fue por amor. Dios nos eligió, nos adoptó y, al hacerlo, también nos dio una nueva naturaleza (2 Corintios 5:17). Esto significa que no estamos destinados a vivir atrapados en lo que éramos antes de conocer a Cristo, sino a vivir como nueva criatura en Cristo. Así como un hijo refleja las características de sus padres, nosotros estamos llamados a reflejar el amor y la santidad de Dios.

Dios es santo y amoroso, y Su amor es incondicional, sacrificial. 1 Juan 4:16 nos recuerda que Dios es amor, y ese amor nos invita a vivir y actuar de acuerdo con Su naturaleza.

 

Amor santo, nuestra verdadera identidad

¿Quieres saber quién eres en realidad? Eres un hijo de Dios, llamado a vivir con un amor santo que va más allá de las condiciones y expectativas humanas. No es un amor que depende de lo que recibes, sino que se entrega sin esperar nada a cambio. Jesús nos dio el ejemplo más grande de este amor en la cruz (Romanos 5:8), y ahora Él nos llama a amarnos unos a otros con ese mismo amor.

 

Vivir nuestra identidad en Cristo

Al vivir en esta nueva identidad, nos encontramos con el desafío de dejar que el Espíritu Santo nos guíe. Nuestra identidad en Cristo no está basada en nuestra vieja personalidad, sino en el Cristo resucitado. Aunque la vida trae sus altibajos, podemos estar seguros de que nuestra identidad permanece firme en Dios.

Cuando nos pregunten quiénes somos, podemos responder con confianza: “Soy un hijo de Dios, lleno de esperanza, guiado por Su Espíritu y con un propósito eterno.” ¿Estás viviendo así? Atrévete a desarrollar esta actitud hoy y vivirás con la frente en alto.


 Palabras clave: Identidad en Cristo, quién soy según la Biblia, ser hijo de Dios, predestinación en amor, identidad cristiana, nueva criatura en Cristo.

Healed HeartLa santificación es un proceso clave en la vida cristiana que impacta profundamente tanto nuestro bienestar espiritual como emocional. Cuando aceptamos a Cristo, somos transformados en nuevas criaturas (2 Corintios 5:17), pero ese cambio inicial es solo el comienzo de un viaje continuo hacia la santidad. A lo largo de nuestras vidas, Dios nos moldea, sana y purifica para que reflejemos más de Su carácter y podamos vivir en comunión más cercana con Él.

La sanación espiritual y emocional

Uno de los efectos más inmediatos de la santificación es la sanación espiritual. Isaías 6:1-7 muestra a Isaías siendo purificado por Dios, lo que simboliza el poder sanador de la santificación. Así como Isaías fue limpiado de su pecado, nosotros también somos transformados cuando Dios trabaja en nosotros. Este proceso convierte nuestro dolor en gozo y nos libera de las ataduras emocionales que pueden venir del pecado o de una vida sin propósito.

Cuando estamos en el proceso de santificación, Dios trata con nuestras emociones heridas. Las cargas de culpa, vergüenza y resentimiento se desvanecen al ser limpiados por la sangre de Cristo. Como menciona Efesios 4:24, esta nueva naturaleza creada en la "justicia y santidad de la verdad" nos permite crecer y sanar. Este crecimiento, aunque gradual, produce el fruto del Espíritu en nosotros (Gálatas 5:22-23), que incluye cualidades como el amor, el gozo y la paz. La paciencia también es un fruto importante, pues la santificación es un proceso de toda la vida.

Preparación para el servicio

Otro impacto significativo de la santificación es cómo desarrolla nuestro carácter para el servicio a Dios. Romanos 5:3-4 nos recuerda que las tribulaciones producen paciencia, y esa paciencia prueba nuestra fe. Ser probados nos fortalece y nos prepara para servir con un carácter probado y aprobado por Dios. El servicio cristiano requiere que seamos "obreros que no tienen de qué avergonzarse" (2 Timoteo 2:15), y la santificación es clave para alcanzar ese nivel de madurez espiritual.

Además, las dificultades emocionales que enfrentamos no son en vano. A través de ellas, Dios prueba nuestra fe y nos lleva a una mayor comprensión de Su voluntad. Al superar estas pruebas, desarrollamos una esperanza sólida y una confianza plena en Su propósito para nuestras vidas.

Comunión más íntima con Dios

Finalmente, la santificación profundiza nuestra comunión con Dios. 1 Juan 1:5-9 enfatiza que, para caminar en la luz de Dios, debemos dejar atrás el pecado y vivir en santidad. Esto incluye confesar nuestros pecados y permitir que Dios limpie nuestro corazón. El pecado oculto, aunque emocionalmente difícil de admitir, interfiere con nuestra relación con Dios. Cuando caminamos en la luz, disfrutamos de una comunión más cercana no solo con Dios, sino también con otros creyentes.

Esta limpieza constante de nuestra alma fortalece nuestra relación espiritual y emocional con Dios. Dice en Mateo 5:8, Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Cuando vivimos bajo el control del Espíritu Santo y ejercitamos la Palabra de Dios en nuestra vida diaria, nos sentimos más conectados espiritualmente con Dios.

Conclusión

La santificación es un regalo divino que impacta tanto nuestra vida espiritual como emocional. Nos sana, nos transforma y nos prepara para el servicio, mientras nos acerca más a Dios. Aunque es un proceso que lleva toda la vida, los frutos que produce son evidentes en nuestras emociones y en nuestra relación con Dios y los demás. Como Efesios 1:3-4 declara, Dios nos ha bendecido con toda bendición espiritual en Cristo, y la santificación es una de las mayores bendiciones que podemos experimentar. 

Puedes vivir con más sentido, con un corazón más sano, y más conectado con los demás. Solo busca más de Dios.  La elección es tuya.


Palabras clave: santificación, comunión con Dios, fruto del Espíritu, sanación espiritual, carácter cristiano, vida emocional

Gálatas 4:4-7

4 Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, 5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. 6 Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! 7 Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.

El término "Abba Padre" es una de las expresiones más íntimas que encontramos en el Nuevo Testamento para referirse a Dios. A pesar de su uso limitado, apareciendo solo tres veces en la Biblia (Marcos 14:36, Romanos 8:15 y Gálatas 4:6), el significado profundo de "Abba" tiene enormes implicaciones para la vida de un creyente.

La palabra "Abba" proviene del arameo, el idioma que hablaba Jesús, y es la manera en que un niño se dirige a su padre con cariño y confianza, similar a "papá" o "apa" en español. Lo notable de esta expresión es que siempre se encuentra acompañada de la palabra griega "Padre" en las Escrituras. Esto sugiere que, aunque "Abba" era una palabra aramea que no todos los cristianos de la época entendían, su significado de cercanía y afecto era tan poderoso que la palabra "Padre" la complementaba, para que todos pudieran captar su peso espiritual.

 

De la esclavitud a la adopción

Antes de la llegada de Jesucristo, el ser humano vivía bajo la ley, lo cual mantenía una relación distante con Dios. En Gálatas 4:4-7, el apóstol Pablo describe a aquellos que vivían bajo la ley como "esclavos". Aunque podían conocer los mandamientos de Dios, no tenían una relación cercana con Él. De manera similar, en los tiempos de Cristo, los esclavos en las casas de sus amos, aunque trabajaban y vivían con sus familias, no tenían el derecho de llamar a sus amos "Abba". Esto reflejaba una relación de servicio, pero no de intimidad.

Este era el estado del ser humano antes de Cristo: una relación con Dios basada en el deber y la obediencia, pero sin la cercanía de un hijo con su padre. Sin embargo, con la venida de Cristo, este panorama cambió radicalmente. A través de Su sacrificio, los creyentes fueron adoptados por Dios, ya no como esclavos, sino como hijos e hijas. Pablo lo expresa con claridad: “Y porque sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gálatas 4:6).

 

Una relación de confianza y amor

El hecho de que nosotros los cristianos podemos llamar a Dios "Abba Padre" significa que hemos pasado de ser esclavos a hijos adoptados con todos los derechos y privilegios que eso conlleva. Al igual que un niño pequeño confía en su padre, nosotros tenemos el privilegio de acercarse a Dios con total confianza, sabiendo que Él es un Padre amoroso y siempre presente. Esto no es solo un cambio de estatus, sino una transformación de la manera en que nos relacionamos con Dios.

Llamar a Dios "Abba Padre" implica una relación llena de amor, cercanía y dependencia. Nosotros, los cristianos, ya no somos simples seguidores de reglas o estudiantes de teología; ¡ahora somos parte de la familia de Dios! Esta cercanía no era posible antes de Cristo, pero ahora, gracias a Él, podemos acercarnos a Dios en cualquier momento, con la confianza de que Él nos escucha y cuida de nosotros como un padre lo hace con sus hijos.

 

El privilegio de ser hijos

Finalmente, este nuevo estatus trae consigo privilegios. Como hijos de Dios, disfrutamos de una herencia celestial y de la seguridad de que nuestro futuro está en las manos de su Padre celestial. Ya no vivimos bajo el temor de un amo distante, sino en la libertad y el amor que encontramos en una relación íntima con nuestro Creador.

En resumen, poder llamar a Dios "Abba Padre" implica que hemos sido adoptados por Dios, que tenemos una relación de profunda confianza y amor con Él, y que vivimos con todos los privilegios y bendiciones que vienen al ser hijos de un Padre Divino y Amoroso.  Toma un paso de fe en este día y dirígete a Dios con toda la confianza que un niño de 5 años hace con su “apa”.

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