Efesios 1:3-5
3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, 4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad
“Conócete a ti mismo” – esta famosa frase de Sócrates invita a una pregunta profunda: ¿Quién soy realmente? Curiosamente, cuando alguien se la hace a un grupo, pocos se atreven a responder. ¿Por qué es tan difícil? La razón es que muchas veces pensamos que nuestra identidad está en nuestra personalidad: emociones, actitudes, y opiniones que cambian todo el tiempo. Un día podemos estar llenos de alegría, y al siguiente desanimados. ¿Cómo podríamos basar algo tan importante como nuestra identidad en algo tan inestable?
Nuestra identidad en Dios
Efesios 1:3-5 nos da una perspectiva diferente: nuestra identidad está en nuestra relación con Dios. Cuando aceptamos a Cristo, somos adoptados como hijos de Dios. Esta identidad no depende de nuestros días buenos o malos, ni de cómo nos sentimos. En cualquier momento, somos hijos de Dios, con una identidad firme y estable.
Así como un niño pequeño aprende a confiar y depender de sus padres, nosotros también aprendemos a confiar en nuestro Padre Celestial. Él nos llama a tener una esperanza viva, a encontrar en Él una base para responder a la pregunta “¿Quién soy yo?”. Somos hijos de Dios, con una esperanza que nace de nuestra fe.
Predestinados en amor
¿Por qué Dios nos llama Sus hijos? En Efesios 1:4-5 nos dice que fue por amor. Dios nos eligió, nos adoptó y, al hacerlo, también nos dio una nueva naturaleza (2 Corintios 5:17). Esto significa que no estamos destinados a vivir atrapados en lo que éramos antes de conocer a Cristo, sino a vivir como nueva criatura en Cristo. Así como un hijo refleja las características de sus padres, nosotros estamos llamados a reflejar el amor y la santidad de Dios.
Dios es santo y amoroso, y Su amor es incondicional, sacrificial. 1 Juan 4:16 nos recuerda que Dios es amor, y ese amor nos invita a vivir y actuar de acuerdo con Su naturaleza.
Amor santo, nuestra verdadera identidad
¿Quieres saber quién eres en realidad? Eres un hijo de Dios, llamado a vivir con un amor santo que va más allá de las condiciones y expectativas humanas. No es un amor que depende de lo que recibes, sino que se entrega sin esperar nada a cambio. Jesús nos dio el ejemplo más grande de este amor en la cruz (Romanos 5:8), y ahora Él nos llama a amarnos unos a otros con ese mismo amor.
Vivir nuestra identidad en Cristo
Al vivir en esta nueva identidad, nos encontramos con el desafío de dejar que el Espíritu Santo nos guíe. Nuestra identidad en Cristo no está basada en nuestra vieja personalidad, sino en el Cristo resucitado. Aunque la vida trae sus altibajos, podemos estar seguros de que nuestra identidad permanece firme en Dios.
Cuando nos pregunten quiénes somos, podemos responder con confianza: “Soy un hijo de Dios, lleno de esperanza, guiado por Su Espíritu y con un propósito eterno.” ¿Estás viviendo así? Atrévete a desarrollar esta actitud hoy y vivirás con la frente en alto.
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