Abba Padre

¿QUÉ IMPLICA PARA LOS CRISTIANOS PODER LLAMAR A DIOS 'ABBA PADRE'?

Gálatas 4:4-7

4 Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, 5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. 6 Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! 7 Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.

El término "Abba Padre" es una de las expresiones más íntimas que encontramos en el Nuevo Testamento para referirse a Dios. A pesar de su uso limitado, apareciendo solo tres veces en la Biblia (Marcos 14:36, Romanos 8:15 y Gálatas 4:6), el significado profundo de "Abba" tiene enormes implicaciones para la vida de un creyente.

La palabra "Abba" proviene del arameo, el idioma que hablaba Jesús, y es la manera en que un niño se dirige a su padre con cariño y confianza, similar a "papá" o "apa" en español. Lo notable de esta expresión es que siempre se encuentra acompañada de la palabra griega "Padre" en las Escrituras. Esto sugiere que, aunque "Abba" era una palabra aramea que no todos los cristianos de la época entendían, su significado de cercanía y afecto era tan poderoso que la palabra "Padre" la complementaba, para que todos pudieran captar su peso espiritual.

 

De la esclavitud a la adopción

Antes de la llegada de Jesucristo, el ser humano vivía bajo la ley, lo cual mantenía una relación distante con Dios. En Gálatas 4:4-7, el apóstol Pablo describe a aquellos que vivían bajo la ley como "esclavos". Aunque podían conocer los mandamientos de Dios, no tenían una relación cercana con Él. De manera similar, en los tiempos de Cristo, los esclavos en las casas de sus amos, aunque trabajaban y vivían con sus familias, no tenían el derecho de llamar a sus amos "Abba". Esto reflejaba una relación de servicio, pero no de intimidad.

Este era el estado del ser humano antes de Cristo: una relación con Dios basada en el deber y la obediencia, pero sin la cercanía de un hijo con su padre. Sin embargo, con la venida de Cristo, este panorama cambió radicalmente. A través de Su sacrificio, los creyentes fueron adoptados por Dios, ya no como esclavos, sino como hijos e hijas. Pablo lo expresa con claridad: “Y porque sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gálatas 4:6).

 

Una relación de confianza y amor

El hecho de que nosotros los cristianos podemos llamar a Dios "Abba Padre" significa que hemos pasado de ser esclavos a hijos adoptados con todos los derechos y privilegios que eso conlleva. Al igual que un niño pequeño confía en su padre, nosotros tenemos el privilegio de acercarse a Dios con total confianza, sabiendo que Él es un Padre amoroso y siempre presente. Esto no es solo un cambio de estatus, sino una transformación de la manera en que nos relacionamos con Dios.

Llamar a Dios "Abba Padre" implica una relación llena de amor, cercanía y dependencia. Nosotros, los cristianos, ya no somos simples seguidores de reglas o estudiantes de teología; ¡ahora somos parte de la familia de Dios! Esta cercanía no era posible antes de Cristo, pero ahora, gracias a Él, podemos acercarnos a Dios en cualquier momento, con la confianza de que Él nos escucha y cuida de nosotros como un padre lo hace con sus hijos.

 

El privilegio de ser hijos

Finalmente, este nuevo estatus trae consigo privilegios. Como hijos de Dios, disfrutamos de una herencia celestial y de la seguridad de que nuestro futuro está en las manos de su Padre celestial. Ya no vivimos bajo el temor de un amo distante, sino en la libertad y el amor que encontramos en una relación íntima con nuestro Creador.

En resumen, poder llamar a Dios "Abba Padre" implica que hemos sido adoptados por Dios, que tenemos una relación de profunda confianza y amor con Él, y que vivimos con todos los privilegios y bendiciones que vienen al ser hijos de un Padre Divino y Amoroso.  Toma un paso de fe en este día y dirígete a Dios con toda la confianza que un niño de 5 años hace con su “apa”.