Efesios 1:3-7
3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, 4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, 6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, 7 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia,
La gracia de Dios es uno de esos conceptos que escuchamos mucho, pero a veces cuesta entender realmente lo que significa. En el día a día, solemos pensar en ella como un favor inmerecido. Es cierto, pero es mucho más que eso. La gracia gloriosa de Dios es un regalo que nos conecta con Él de una manera única y profunda, algo que no podríamos haber logrado por nosotros mismos.
En Efesios 1:3-7, encontramos una verdad poderosa: "La gracia gloriosa de Dios nos hizo aceptos en el Amado". Es decir, Dios nos ha dado un favor inmerecido a través de Jesús, Su Hijo amado. Y este favor no es solo un toque de bondad, es la promesa de Dios de hacer por nosotros lo que nunca podríamos hacer: perdonarnos, darnos una nueva vida y permitirnos estar en Su presencia. Nada podemos hacer para ganarlo; solo lo recibimos por fe.
Un Vistazo al Antiguo Testamento: Promesas que Se Cumplen
Si retrocedemos un poco en la Biblia, en el Antiguo Testamento, vemos cómo Dios hizo una promesa a Abraham. En Génesis 15:3-6, Dios le prometió un hijo, Isaac, cuando Abraham ya estaba en la vejez. ¡Y lo cumplió! Sara se rió de alegría al ver la fidelidad de Dios (Génesis 21:6). Estas promesas de Dios siempre traen alegría, pero también pruebas. En Génesis 22:1-2, Dios prueba a Abraham pidiéndole que sacrifique a su hijo amado. Imagina la sorpresa de Abraham y la tensión de esa prueba. A veces, las promesas de Dios vienen con dificultades, pero la clave está en cómo respondemos.
Abraham: Un Ejemplo de Fe Inquebrantable
Cuando las pruebas aparecen, es fácil pensar que nos hemos equivocado y que Dios ya no nos está guiando. Pero Abraham, el "padre de nuestra fe", no abandonó la esperanza. En Romanos 4:18-22, vemos cómo él se fortaleció en su fe, confiando no en las circunstancias, sino en el poder de Dios. Abraham no miró las dificultades, sino que se centró en la promesa y el poder de un Dios Todopoderoso.
Al igual que Abraham, nosotros podemos enfrentar pruebas y dificultades, pero debemos tener fe en el Dios que cumple sus promesas. En Génesis 22:6-8, vemos cómo Isaac, cargando la madera para su sacrificio, es un símbolo de Jesús llevando Su cruz. Pero lo que llevaba Abraham no era solo un sacrificio: llevaba fuego y cuchillo, que simbolizan lo que el Espíritu Santo quiere hacer en nuestros corazones. Necesitamos ese fuego para purificar nuestras vidas y el cuchillo para cortar todo lo que nos impide seguir a Dios con un corazón sincero.
La Gracia de Dios en la Cruz
Finalmente, en Efesios 1:6-7, nos recuerda que, como Abraham no rehusó a su hijo amado, Dios tampoco rehusó a Su Hijo Jesús. En Su sacrificio, encontramos nuestra redención y el perdón de nuestros pecados. La gracia gloriosa de Dios es la obra de Jesús en la cruz, que nos ofrece salvación y vida eterna.
La verdadera gracia de Dios nos transforma y nos da una nueva vida. Efesios 2:1 nos recuerda que, aunque estábamos muertos en nuestros pecados, en Cristo recibimos una vida nueva. ¿Qué estás haciendo tú con esa nueva vida? ¿Cómo la estás viviendo para la gloria de Dios?
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